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GÉNESIS DE UNA ROMERÍA ESPURIA (I)

GÉNESIS DE UNA ROMERÍA ESPURIA

GÉNESIS DE UNA ROMERÍA ESPURIA (I)

Descubre la verdad detrás de la romería de Santibáñez el Bajo tras una tragedia automovilística. Conoce su origen ligado a San Albín, su transformación en una fiesta «espuria«, y la lucha por preservar el patrimonio arqueológico local

FOTO DE ENCABEZAMIENTO:  Santibañez el Bajo cubierto por la nevada (Foto: Isabel Díaz).

GÉNESIS DE UNA ROMERÍA ESPURIA

Autor: Félix Barroso Gutiérrez 

GÉNESIS DE UNA ROMERÍA ESPURIA
 Ara funeraria romana hallada a escasos metros de la ermita de San Albín, al realizar labores agrícolas.  Hoy, en el Museo Provincial de Cáceres.  (Foto: Archivos F.B.G.)

     Cuando todavía desconocemos los resultados de las pruebas periciales del luctuoso accidente ocurrido el pasado día 2 de mayo, en la circunvalación norte de Plasencia, se hace preciso realizar algunas puntualizaciones, a tenor de la información aparecida en diversos medios de comunicación. Desgraciadamente, cuatro vecinos del pueblo de Santibáñez el Bajo, radicado en la comarca de Tierras de Granadilla, y no el Valle del Ambroz, Sierra de Gata o Las JHurdes, como hemos visto reseñado en diferentes informaciones, lo que implica una falta de rigurosidad que se debe exigir a todo medio periodístico que se precie, perecieron en el acto.  Cuatro vecinos humildes: una madre, María del Rosario Jiménez; su hija, María Jesús Rubio Jiménez; el marido de esta, Mario Martín Peña, y un hermano de Mario, llamado Ceferino.  Es dolorosamente trágico que un conductor, Mario Martín, de una notable prudencia, como saben todos los vecinos, en cuestión de segundos se viera embestido por un vehículo de alta gama, marca ‘porsche’, al invadir el carril contrario.  Comentan que fue un adelanto imprudente, realizado a gran velocidad.  Tan grande fue la embestida, según refieren, que lanzó al coche que conducía Mario, un ‘Dacia’, fuera de la carretera, cayendo por un barranco y dando cuatro vueltas de campana.  Nadie está libre de ir conduciendo discretamente por su carril y de ser arrollado por las imprudencias del que circula en sentido contrario.  Ahora, serán los jueces quienes tengan que dictaminar lo ocurrido y dictar sentencia.

La expoliadora labor de los ‘piteros’.  Cabecera de un sarcófago de granito, a no más de 30 pasos de donde apareció el ara funeraria.  El desastre salta a la vista.  Sus detectores van a lo que van; el resto de vestigios les importa un bledo. (Foto: Archivos F.B.G.)

     Parece ser que los cuatro vecinos de Santibáñez el Bajo, aunque los hermanos Martín Peña eran oriundos de Caminomorisco, iban a realizar compras para la romería popular, que se celebraría al día siguiente, 3 de mayo en Santibáñez.  El destino cruel quiso que lo que se auguraba como feliz fiesta se trocara en tragedia.  La romería, como es lógico fue suspendida por el Ayuntamiento y se decretaron cuatro días de luto.  Sobre este evento romeriego tenemos que hacer unas precisas y necesarias puntualizaciones.  No es una romería puesta bajo la advocación de la Virgen de Fátima, como ha aparecido reseñado en las más variopintas publicaciones, ya que este patronazgo fue impuesto por el párroco y un íntimo círculo de beatas.  La romería que se celebra actualmente carece de legitimidad de ejercicio, al haberse convertido en una romería espuria.

ANTECEDENTES

 Fragmento de lienzo del muro norte de la antigua ermita de San Albín; único vestigio que queda en pie.  (Foto. F.B.G.)

     En unas notas que tomé a Adriano Montero Montero, vecino que fue de Santibáñez el Bajo y más conocido por ‘Ti Adrianu Guajira’, apunté interesantes datos sobre la antigua romería que la mentada población celebraba en torno a la ermita de San Albín, uno de los varones más extraños y desconocidos de todo el santoral.  Que sepamos, solo se conserva cierto recuerdo de él, dentro del ámbito extremeño, en Mérida, Torrejoncillo y Acehúche; pero sus antiguas ermitas corrieron la misma suerte que la de Santibáñez el Bajo.

.- Vista parcial del conjunto de cazoletas que aparecen camufladas entre el sotobosque de ruscos, dentro del robledal inmediato a los restos de la ermita de San Albín.  El paraje está muy mitificado.  En él, según testimonios de Adriano Montero, se encontraba un cancho que tenía insculpidos los pies y manos de San Albín.  Difícil hallar los grabados, si no se procede a una fatigosa limpieza de los ruscos, musgos y líquenes del roquedal. (Foto: F.B.G.)

     Adriano Montero hacía muy buenas migas con su compadre Nicolás Barroso Montero, abuelo paterno del que suscribe estas líneas y más conocido por ‘Ti Colás Azucena’.  Siendo los dos nonagenarios, les entrevisté varias veces.  Ti Adrianu sabía bastante sobre aquella ermita que se encontraba en un prado de su propiedad, de la que solo se conserva un pequeño trozo de uno de sus muros, formando ya pared medianera con los olivares del paraje de Cabeza el Moru.  Y nos relataba que “en un canchu rebajeti, entri una mojea de roblis, estaban aseñalás a cincel las manus y los pies de San Albín”.  El bosquete de robles todavía se puede ver en el rincón noreste del prado, pero son tantas las matas y la espesura de desjollinaóris’ (ruscos, ruscus aculeatus) que todo lo que hemos llegado a ver ha sido un risco con diminutas cazoletas, lo cual ya, de por sí, nos habla de antiquísimas huellas prehistóricas.  A ello se le suman ciertas leyendas que oímos contar donde se rastrean mitológicas hierogamias dentro del mundo del toro como animal sagrado y totémico. 

Nos refería Ti Adrianu que oyó contar a sus mayores que la ermita se encontraba en un espacio comunal y abierto, donde se celebraba una sonada romería el día 1 de marzo, que, justamente, coincide con la efeméride de San Albín.  Luego, la ermita se abandonó y los terrenos comunales que la rodeaban fueron desamortizados y sacados a subasta.  Los compraron los vecinos y lo muraron, formando todo un mosaico minifundista.  En 1822, la ermita estaba completamente arruinada.

 Laja pizarrosa en el despoblado jurdanu de Diego González, hoy conocido como «Cotu JIganzali», donde se criminaliza a la cuadrilla de «Los Muchachos de Santibáñez», tal y como hicieron los «servilones» que le lamían su asnal miembro al rey borbón Fernando VII.  La misma criminalización desplegaron los franco-fascistas contra el maquis o guerrilla antifranquista. (Foto: Archivos F.B.G.)

     Las puertas de la entrada principal se aprovecharon para colocarlas en el llamado Ciminteriu Vieju, levantado unos años antes de que la ermita se viniese abajo, cuando ya se dejó de enterrar en el suelo y en el recinto exterior de la iglesia parroquial.  Los legajos antiguos, como las Relaciones Geográficas de Felipe II (siglo XVII), nos hablan de esta ermita, y de lo que no hay la menor duda es del asentamiento rural romano que se hallaba en este lugar.  La ermita posiblemente fuera un templo de origen romano, reconvertido en iglesia visigoda en época tardoantigua.  Los numerosos vestigios cerámicos, molinos rotatorios de mano, aras funerarias, sarcófagos, broches de cinturón cuadrangulares, fíbulas aquiliformes, monetario y otros, que han ido apareciendo a lo largos de los tiempos al realizar labores agrícolas, lo ponen de manifiesto.    Estos terrenos han sido sometidos a un continuo pirateo, como tantos otros, por los ‘piteros’: personas que invaden áreas arqueológicas con sus detectores de metales, destrozando impunemente estratos  fértiles que podrían ofrecer importante información.  

 Litografía de la época, donde se representa a un bandolero español del siglo XIX.  La cuadrilla de los «Muchachos de Santibáñez» está considerada por varios historiadores como «los primeros anarquistas extremeños».  Tenían sus puntos programáticos, muy cercanos a lo que podemos denominar «protoanarquismo», opuesto a toda tiranía y absolutismo.

En torno a esta ermita, enclavada entre los parajes de ‘Las Viñas’‘Cabeza del Moru’, ‘Los Casaris’ y ‘Las Cerrás’, se celebró una concurrida romería, donde los paisanos disfrutaban en los terrenos que rodeaban y eran propiedad de la ermita.  Las primeras desamortizaciones del siglo XIX ocasionaron la ruina del templo, siendo parcelados sus terrenos y sacados a pública subasta.  La talla del santo, muy pequeña, pero de gran antigüedad y valor, fue trasladada a la iglesia parroquial.  La romería, como es lógico, se vino abajo.  Una lápida (ara funeraria), en mármol blanco, apareció en las inmediaciones de la ermita.  En ella aparecía, curiosa y sorprendentemente, el nombre de Albinus.  Fue recogida y estaba a la espera de un proyectado museo en la llamada ‘Casa del Cura Moru’, que tendría como fondo temático ‘El bandolerismo de cuño social en Extremadura’, al ser el lugar de Santibáñez el Bajo el pueblo más emblemático de toda la región extremeña de ese mal llamado ‘bandolerismo, ya que las cuadrillas que lo integraban estaban formadas por exguerrilleros de la guerra de la Independencia (1808-1814), como los conocidos por los ‘Tres Migueles’:  Miguel Dosado, Miguel Gutiérrez y Miguel Caletrío, ‘Caletríón’, valerosos y respetados adalides de las cuadrillas y naturales del citado pueblo.  Lamentablemente, pese a contar con el apoyo de la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, el museo, que también llevaba adjuntas unas salas para depositar los vestigios arqueológicos de la localidad, no salió adelante y su expediente, al no ser removido por nadie, estará durmiendo el sueño de los laureles en el cajón de la mesa de cualquier despacho de la Administración regional.

– Imagen del interior del «Museo del Bandolero», en la localidad malagueña de Ronda, lo que supone muchos dividendos para la localidad, debido al turismo de corte rural.  (Foto: Pág. web de Turismo de Andalucía)

      Pasando el tiempo, nos enteramos que el ara funeraria romana había sido depositada en el Museo Provincial.  Toda una sesgada jugarreta, urdida a espaldas de quienes velamos por ella y no estábamos dispuestos a que saliera del pueblo.  El desaguisado se fraguó de forma torticera y el regidor de turno no tuvo otra ocurrencia que llevársela al subdelegado del Gobierno, recordándonos, salvando las distancias, los jamones que algunos alcaldes franquistas les llevaban a los gobernadores civiles, a fin de obtener ciertas prebendas.  Su sitio debería haber estado, como en otros pueblos, dentro de una vitrina, con su correspondiente ficha histórico-arqueológica, a vista de todo el mundo, en algún edificio público de la localidad, o sea, dentro de su contexto.  Por ello, también abogaba el arqueólogo de área, como representante de la Administración; pero la tozudez y la ignorancia da lugar a tales enjuagues y se despoja a nuestros pueblos de parte de su patrimonio.

Canchal o Peña de Santiagu, en el camino del paraje de ‘La Juenti Fernandu’ .  Los muchos musgos y líquenes y los dos chavales sentados sobre el cancho impiden ver los soliformes, herraduriformes y otros símbolos del petroglifo prehistórico; solo se observan una serie de palotes, que forman parte de la leyenda que cuentan los paisanos, considerándolos como el resbalón que pegó el caballo del apóstol cuando perseguía a los ‘morus’  Esta estación prehistórica fue destruida por las máquinas con motivo del ensanche del camino, en el año 2015.  Toda una barbarie arqueológica.  (Foto:F.B.G.)

O incluso se acometen obras de ensanchamiento y mejora de caminos rurales y las máquinas destruyen, como es el caso de este mismo lugar, toda una estación prehistórica, conformada por un petroglifo en granito, de épocas calcolíticas, en el paraje de la ‘Juenti Fernandu’.   Esto ocurre en numerosas villas, lugares y aldeas, y, mientras tanto, se cortan caminos públicos o se meten en fincas particulares pozos, fuentes y sestiles del ganado, y los responsables de velar por ello miran para otra parte, pues los votos de los paisanos son muy valiosos a la hora de las elecciones.

GÉNESIS DE UNA ROMERÍA ESPURIA (I)

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