El Norte de Extremadura ante el 21D: Crónica de una Región entre la Fe Democrática y el Olvido
¿Qué piensa realmente el norte de Extremadura sobre las elecciones? Recorremos Gata, Las Hurdes, Talayuela y más para descubrir la voz real de sus vecinos: entre la resignación, el orgullo rural y una convivencia ejemplar.
Vídeo Podcast: NORTE EXTREMADURA UN VIAJE AL CORAZÓN RURAL
Mientras los focos de la campaña electoral iluminan los grandes escenarios de Mérida o Badajoz, en las comarcas del norte de Extremadura la política se vive a otro ritmo. Aquí, entre sierras, murallas y valles, el 21 de diciembre se afronta no con la euforia de los mítines, sino con la serenidad de quien sabe que, pase lo que pase, el lunes habrá que seguir levantando la persiana, podando el olivo o atendiendo el ganado.
Hemos realizado un viaje profundo por Sierra de Gata, Las Hurdes, el Valle del Alagón y Campo Arañuelo para tomar el pulso a una tierra que exige dejar de ser un número para ser escuchada.
Sierra de Gata: Historia, Orgullo y «Rock and Roll» Rural
Llegar a Gata es adentrarse en un laberinto de piedra donde la historia de España respira en cada esquina. Sus calles empedradas esconden secretos únicos, como los 208 contadores de agua decorados con figuras de gatos, un símbolo de identidad que, como bien dicen sus vecinos, no es solo estética, es orgullo.
Aquí la vida transcurre tranquila, pero vibrante. Ángel, un vecino ilustrado y apasionado, nos recuerda que por estas calles pasearon figuras como Antonio de Nebrija o el astrónomo Abraham Zacuto. Gata presume de tesoros ocultos, como un escudo inusual con un águila que mira a la izquierda —símbolo de bastardía según la heráldica— o un retablo que replica la Última Cena de la Capilla Sixtina.
Pero Gata no vive solo del pasado. Es un pueblo donde jubilados como Alfonso y Esperanza disfrutan del campo y la calma, y donde Ángel camina sus 10.000 pasos diarios a ritmo de rock and roll, demostrando que la salud y la calidad de vida en la sierra son envidiables.
Carcaboso: El Voto como Herramienta de Supervivencia
A pocos kilómetros de Plasencia, Carcaboso nos recibe con una lección de civismo pragmático. Aquí no hay fanatismo, pero sí una conciencia social inquebrantable. Los vecinos, como Puri, lo tienen claro: aunque la desconfianza hacia la clase política es alta y el espectáculo del «y tú más» cansa, «hay que ir a votar porque si no, ¿de qué te quejas?».
El descontento existe. Una docente local lamenta los recortes y la sensación de ser tratados como meras estadísticas: «No somos un número, somos docentes». La preocupación por el éxodo juvenil es palpable; los mayores tienen la vida resuelta, pero ven cómo sus hijos, de 18 o 25 años, deben marcharse para tener un futuro. Aún así, en Carcaboso la fe en la democracia resiste: se vota por responsabilidad, para que el pueblo no muera.
Galisteo: Silencios y Murallas que Protegen la Convivencia
Bajo la imponente muralla almohade del siglo XIII, Galisteo vive el periodo electoral con una cautela casi defensiva. Es un pueblo que protege su convivencia por encima de las siglas. Como confiesa Charo, una vecina llegada de la capital que ya no cambiaría su vida de bolillos y manualidades por nada, aquí impera la ley no escrita de «oír, ver y callar» en temas políticos para evitar roces vecinales.
En los bares, como el de Puerto, la crítica surge con el café de la mañana contra el «politiqueo» y los ladrones de turno, pero se disuelve a medida que avanza el día. Galisteo, con su potencial turístico y el paso de peregrinos, demuestra que se puede vivir rodeado de historia y belleza, aunque a veces falten servicios o la torre del homenaje permanezca cerrada al visitante.
Las Hurdes: La Tranquilidad que hay que Ganarse
Adentrarse en Las Hurdes es desafiar a la orografía. Carreteras sinuosas nos llevan a Casares y Nuño Moral, donde la vida se mide en miniatura y la cobertura móvil es un lujo que a veces desaparece. Aquí, el aislamiento ha forjado un carácter resistente.
En el mercadillo de los miércoles en Nuño Moral encontramos la historia de Adil, un vecino de origen marroquí que lleva más de 20 años en la zona. Su testimonio desmonta prejuicios: paga sus impuestos, cotiza como cualquier español y sus hijos son hurdanos de nacimiento. Su demanda es la de toda la comarca: vivienda y planes de futuro para que los pueblos no se vacíen, pues hay casas cerradas mientras la gente se va. Las Hurdes no piden compasión, piden que se valore su esfuerzo por resistir.
Talayuela: El «Oro Rojo» y la Integración Natural
Si hay un lugar que rompe moldes en este viaje es Talayuela. Lo que comenzó hace décadas con la llegada de mano de obra para el tabaco (el «oro rojo»), ha germinado en una sociedad multicultural de segundas y terceras generaciones.
Lejos del ruido mediático sobre la inmigración, aquí la convivencia es el pan de cada día. Vecinos de toda la vida aseguran tener una relación «extraordinaria» con las familias magrebíes. Abraham, el lotero, reconoce que la realidad desde dentro es mucho más normal de lo que se percibe desde fuera: la integración no es marketing, es vecindad. Talayuela se erige como un faro de tolerancia donde el respeto se practica, no se predica.
Zarza de Granadilla: Donde los Problemas se Resuelven en Casa
Nuestra ruta termina en Zarza de Granadilla, un municipio con músculo industrial y un queso famoso, pero que mantiene costumbres de antaño. Es un pueblo autosuficiente donde la política es casi un tabú ante los micrófonos, un tema que se reserva para la partida de mus o tute en el bar.
Aquí gusta la figura del alguacil, ese mediador que soluciona problemas sin necesidad de burocracia. Sin embargo, el pequeño comercio sufre. Isabel, dueña de una tienda de regalos, nos cuenta con resignación cómo los negocios tradicionales «vamos a desaparecer». A pesar de todo, la calidad de vida, la cercanía a la nieve y al agua, y la tranquilidad hacen que nadie quiera marcharse.
Reflexión Final: El Voto de la Extremadura Real
Tras recorrer kilómetros de carreteras secundarias, la conclusión es clara: el norte de Extremadura no necesita discursos grandilocuentes ni promesas vacías. Sus habitantes, desde el sabio rural de Gata hasta el nuevo vecino de Talayuela, comparten un anhelo común: seguir existiendo.
El voto del próximo domingo en estos pueblos no es un cheque en blanco, sino un recordatorio de que la verdadera política es la que garantiza que haya un médico, que la escuela no cierre y que los jóvenes no tengan que hacer las maletas. Extremadura se juega su futuro en las urnas, pero su identidad se defiende cada día en estas plazas.
El Norte de Extremadura ante el 21D: Crónica de una Región entre la Fe Democrática y el Olvido
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